sábado, 5 de mayo de 2012

En contra de la medicalización de la infancia


CARTA A LA UNASUR
 LA MEDICALIZACION DE LA VIDA

-Redactada en forma conjunta por 
el ForumAdd (Argentina) y el Fórum sobre Medicalização da Educação e da Sociedade (Brasil) en Junio de 2011.
-Ratificada en el Encuentro de trabajo de ambos equipos realizado en Buenos Aires, el 30 de Abril y 1ro de Mayo de 2012.

Entre el 2 y el 4 de junio de 2011, se reunieron en Buenos Aires representantes del forumadd (equipo interdisciplinario contra la patologización y medicalización de la infancia), de la Argentina, y del Fórum sobre Medicalização da Educação e da Sociedade, de Brasil, y construyeron en conjunto el presente documento, marco inicial de la articulación entre profesionales de los campos de la salud y de la educación de ambos países, comprometidos con la defensa de la vida, de la ética y de la ciencia. Asumiendo concepciones histórico-culturales, entienden que personas, saberes, valores y conocimientos son productos de sociedades inscriptas en espacios-tiempos concretos.

Asistimos en nuestra época a una multiplicidad de "diagnósticos" psicopatológicos y de terapéuticas que simplifican las determinaciones de los trastornos infantiles y regresan a una concepción reduccionista de las problemáticas psicopatológicas y su tratamiento. Esta concepción utiliza de modo singularmente inadecuado los notables avances en el terreno de las neurociencias para derivar de allí, ilegítimamente, un biologismo extremo que no da valor alguno a la complejidad de los procesos subjetivos del ser humano.
Procediendo de manera sumaria, esquemática y carente de verdadero rigor científico, se hacen diagnósticos y hasta se postulan nuevos cuadros a partir de observaciones y de agrupaciones arbitrarias de rasgos, a menudo basadas en nociones antiguas y confusas. Es el caso del llamado síndrome de "Déficit de atención con y sin hiperactividad" (ADD/ADHD), de la Dislexia, del Trastorno de Oposición Desafiante (TOD) y otros trastornos constantemente inventados y reinventados, lanzados como nuevas mercaderías. Rótulos y etiquetas, maquillados de diagnósticos, y píldoras psicotrópicas que prometen resolver todos los conflictos naturales de la vida, arrojando a la vida de la escena.


Una vez clasificadas como "enfermas", las personas se transforman en "pacientes" y consecuentemente en "consumidoras" de exámenes, tratamientos, terapias y medicaciones, que transforman sus cuerpos y sus subjetividades en problemas, blanco de la lógica medicalizadora, que tienen que ser curados individualmente.


A la vez, suponer que diagnosticar es nominar nos lleva por un camino muy poco riguroso, porque desconoce la variabilidad de las determinaciones de lo nominado. Así, el movimiento de un niño puede ser considerado normal o patológico según quién sea el observador, tanto como el retraso del lenguaje puede ser ubicado como "trastorno" específico o como síntoma de dificultades vinculares según quién esté "evaluando" a ese niño. Asimismo, las clasificaciones tienden a agrupar problemas muy diferentes sólo porque su presentación es similar.


Vivimos tiempos marcados por una creciente medicalización de todas las esferas de la vida; vivimos en la "Era de los Trastornos".


La expresión "medicalización", acuñada en los años '70, fue usada por Ivan Illich en su libro "La expropiación de la salud: némesis de la medicina", para llamar la atención hacia el hecho de que la ampliación del poder médico minaba las posibilidades de que las personas lidiasen con el sufrimiento y con las pérdidas derivadas de la propia vida, transformando los dolores de la vida en enfermedades. Según este autor, la vida estaría siendo medicalizada por el sistema médico que pretende tener autoridad sobre personas que aún
no estarían enfermas, sobre personas para las cuales no se podría racionalmente esperar la cura, y sobre personas con problemas para los cuales los tratamientos prescriptos por médicos tendrían resultados semejantes a los ofrecidos por familiares con más experiencia.


Las expresiones "medicalización" y "patologización" designan procesos que transforman, artificialmente, cuestiones no médicas en problemas médicos. Problemas de diferentes órdenes son presentados como "enfermedades", "trastornos" o "disturbios" que escamotean las grandes cuestiones políticas, sociales, culturales y afectivas que afligen la vida de las personas. Cuestiones colectivas son tomadas como individuales; problemas sociales y políticos son transformados en biológicos.


En ese proceso, que genera sufrimiento psíquico, la persona y su familia son consideradas como responsables únicos de los problemas. Tratar cuestiones sociales como si fuesen biológicas iguala el mundo de la vida al mundo de la naturaleza. Se eximen de responsabilidades todas las instancias
de poder, en cuyas entrañas son generados y perpetuados tales problemas. Todo ocurre como si las personas tuvieran "problemas", fuesen "disfuncionales", "no se adaptasen", fuesen "enfermas", lo cual puede conducir, inclusive a que sean sometidas a procesos judiciales y a que tengan sus derechos cercenados.


En el mundo de la naturaleza, procesos y fenómenos obedecen a leyes naturales. La medicalización naturaliza todos los procesos y relaciones socialmente constituidos y, en consecuencia, de-construye derechos humanos, conquistas históricas de hombres y mujeres, que se inscriben en el mundo de la vida.


El aprendizaje y los modos de ser y actuar –campos de gran complejidad y diversidad– han sido los blancos preferenciales de la medicalización. Cabe destacar que, históricamente, es a partir de insatisfacciones y cuestionamientos que se constituyen posibilidades de cambio en las formas de ordenamiento social y de superación de prejuicios y desigualdades.


La medicalización cumple así, también, el papel de abortar cuestionamientos y movimientos que reivindican cambios, lo que, en el límite, puede representar el exterminio de posibilidades de construcción de un futuro diferente.


Es alarmante el número de niños y adolescentes medicados por ADD/ADHD sin que se formulen preguntas acerca de las dificultades que presentan los adultos para contener, transmitir, educar, y sobre el tipo de estimulación, valores y ambiente a los que están sujetos esos niños dentro y fuera de la escuela. Es decir, se supone que el niño es único actor en el proceso de aprender.


En esa epidemia de diagnósticos, el mundo y la vida son vistos por prismas en que lo que no encuadra en rígidos patrones y normas es considerado como enfermedad a ser tratada, medicada.


Consideramos que es fundamental diagnosticar, a partir de un análisis detallado de lo que el sujeto dice, de sus producciones y de su historia. Desde esta perspectiva el diagnóstico es algo muy diferente a poner un rótulo; es un proceso que se va construyendo a lo largo del tiempo y que puede tener variaciones, porque todos vamos sufriendo transformaciones.


En relación a los niños y a los adolescentes, esto cobra una relevancia fundamental. Es central tener en cuenta las vicisitudes de la constitución subjetiva y el tránsito complejo que supone siempre la infancia y la adolescencia así como la incidencia del contexto. Existen así estructuraciones y reestructuraciones sucesivas que van determinando un recorrido en el que se suceden cambios, progresiones y retrocesos.
Las adquisiciones se van dando en un tiempo que no es estrictamente cronológico. Es por esto que los diagnósticos dados como rótulos pueden ser claramente nocivos para el desarrollo psíquico de un niño, en tanto lo deja siendo un "trastorno" por toda la vida.


De este modo, se borra la historia de un niño o de un adolescentey se niega el futuro como diferencia.


En tanto el ser humano es efecto de una historia y un entorno, imposible de ser pensado en forma aislada, tenemos que pensar también en qué situaciones, en qué momento y con quiénes se da este funcionamiento. La familia, fundamentalmente, pero también la escuela, son instituciones que inciden en esa constitución... Instituciones marcadas a su vez por la sociedad a la que pertenecen.


Los seres humanos son sujetos "datados y situados"; traen en sus cuerpos y mentes marcas de su tiempo, de las esferas sociales, geográficas, históricas, políticas, culturales y afectivas en las cuales se inscriben. Sujetos históricos y culturales, constituyen su subjetividad en procesos complejos y sofisticados en los cuales, al constituir su lenguaje y sus saberes, son por ellos constituidos.


Asumir esa concepción de ser humano, de sujeto, implica asumir que los modos de ser, actuar, reaccionar, afectar y ser afectado, de aprender y de lidiar con lo aprendido, de relacionarse con los demás, son socialmente producidos. Si en determinado espacio-tiempo muchas personas presentan comportamientos considerados "inadecuados", hay que entenderlos como frutos de la sociedad, productos de la dimensión histórica en la que viven.


Ese modo de comprender lo humano se opone frontalmente al que asistimos en los días actuales, en que normas artificiales, sin ningún respaldo de valores sociales y culturales contemporáneos, son naturalizadas y presentadas como si fuesen normas biológicas, neurológicas. Son divulgadas como suficientes para identificar pretendidas enfermedades, cuya existencia aún es cuestionada en todos los países, por la ausencia de comprobación en el campo de la ciencia médica.


Los avances del conocimiento médico y de las tecnologías posibilitan diagnósticos más precoces y precisos, tratamientos más eficientes, mejoras de la calidad de vida de las personas; señalemos, sin embargo, que el acceso a esas posibilidades es muy acotado. La mayor parte de la población mundial aún no puede usufructuar el conocimiento científico. Por otro lado, una consecuencia más evidente y perversa
de esos avances es la amplificación de la medicalización a todas las dimensiones de la vida.


Las personas que viven y sufren la medicalización, deben vivir el estigma de la "enfermedad", que realiza una segunda exclusión de aquellos que ya habían sido excluidos social, afectiva y educacionalmente. Se opera, así, una extraña paradoja: una nueva exclusión, protegida y disfrazada por discursos de inclusión.


La medicalización ha cumplido el papel de controlar y someter personas, ahogando cuestionamientos e incomodidades; cumple, inclusive, el papel aún más cruel de ocultar violencias físicas y psicológicas, transformando a esas personas en "portadores de trastornos de comportamiento y de aprendizaje".


Cada día nos confrontamos con niños y adolescentes víctimas de violencia, acompañados por médicos –pediatras, neurólogos y psiquiatras– psicólogos, fonoaudiólogos y psicopedagogos, con etiquetas de trastornos neuropsiquiátricos inherentes a ellos, recibiendo psicotrópicos en dosis crecientes; sedados y que son todavía más vulnerables a las agresiones. Se construye, así, una coartada para la violencia contra niños y adolescentes. Ese proceso se está generalizando a tal punto que jóvenes en situación de proceso judicial son capturados por la psiquiatrización, rotulados como portadores de trastornos como ADHD y/o TOD y “medicados”. Se borra su historia de vida, los sufrimientos que ya enfrentaron y los que aún viven, y se les impone una segunda alienación, una segunda expropiación de su vida.


Consideramos que, en lugar de rotular, debemos pensar qué es lo que se pone en juego en cada uno de los síntomas que los niños y adolescentes presentan, teniendo en cuenta la singularidad de cada niño, cada adolescente, cada hombre o mujer, y ubicando ese padecer en el contexto familiar, educativo, histórico y social en el que esa persona está inmersa.


De todo lo antes expuesto, se desprende que:

 No estamos de acuerdo con el uso del DSM IV ni el V (en proceso de elaboración) en ninguna persona, en especial en niños y adolescentes.

 Que a todo niño y adolescente, por su sola condición ciudadana, sin necesidad de ningún tipo de certificado o diagnóstico invalidante, se le debe garantizar el acceso a la atención médica, psicológica, fonoaudiológica y pedagógica de calidad, sin restricciones.

 Sostenemos que educación y salud públicas de calidad son derechos de todos y deber del Estado. En este contexto es que el forumadd (equipo interdisciplinario contra la patologización y medicalización de la infancia) de la Argentina y el Fórum sobre Medicalização da Educação e da Sociedade de Brasil, se unen en un movimiento que busca articular entidades, grupos y personas de diferentes regiones y países de América Latina para el enfrentamiento y superación del fenómeno de la medicalización, y para movilizar a la sociedad para favorecer una mirada crítica de la medicalización del aprendizaje y del comportamiento.


Este movimiento tiene carácter ético y político y se pauta por el rigor científico en defensa intransigente de la vida.


ESTA CARTA LA FIRMA: 
- ForumAdd  -Equipo Interdiciplinario contra la Medicalizacion de la Infancia- de Argentina- y
- Fórum sobre Medicalização da Educação e da Sociedade-  de Brasil.

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