jueves, 26 de julio de 2012

HAY QUE ECHARLOS AL MAR


Comparto con ustedes, este interesante artículo del periodista español Manolo Saco, sobre algunas "extrañas" mezcolanzas en las manifestaciones españolas.  
23 de julio de 2012 
Cerca del 60% de los españoles nació ya en democracia. Para todos ellos, la dictadura franquista, la transición tramposa, la componenda de la restauración de la corona de los Borbones, o el soterrado ruido de sables bajo el que se redactó la Constitución son batallitas del abuelo cebolleta. La democracia existe para ellos como existe el aire que respiramos: creen que es natural, que sin él, sin ella, no podríamos vivir. Pero ahora están aprendiendo en sus carnes que la democracia, al igual que el aire, te la pueden contaminar, y que fuerzas oscuras y poderosas amenazan con degradar su calidad hasta dejarte sin respiración o sin libertad.
Todavía hoy hay que explicarles que la democracia no cayó sobre nuestras cabezas de manera inevitable, como la lluvia, sino que una generación de españoles se batió el cobre por ellos y su futuro en las fábricas, en la universidad, en la calle, contra una brutal policía represora, uniformada de gris y correaje, a la que distinguíamos del caballo que montaban por la mirada dulce del caballo. 
Tan natural es que los hijos de los represores, sentados hoy en su mayoría en los escaños del PP en el Congreso, se declaran entusiastas defensores de los derechos democráticos, como si su fundador no hubiese pertenecido jamás al aparato criminal que sustentó la dictadura, como si su presidente de honor, el hombrecillo insufrible que susurra a Rajoy desde FAES el camino tortuoso de nuestra salvación, no hubiese sido un joven falangista cuyo ideario político habría de sonrojar al mismo Fraga Iribarne, que dios tenga en su gloria, es decir, en ninguna parte.
Cuando ya no había que pegarse con la policía para ejercer los derechos ciudadanos, los herederos sociológicos del régimen comprobaron que las manifestaciones, además de un lugar divino de la muerte donde conocer gente y lucir los últimos modelos de Rolex y abrigos de visón, eran útiles para protestar por el ataque malvado de los socialistas a sus privilegios y sus creencias disparatadas. Montaban sus botellones espirituales en la madrileña plaza de Colón, bendecidos por la obispalía montaraz, y se ganaban de paso el cielo llamando a Zapatero asesino hijoputa, jaculatoria que, repetida tres veces, aseguraba la obtención de indulgencia plenaria.
Con semejante entrenamiento, los votantes de esa derecha, a los que ni se les pasaba por la cabeza que un Gobierno “de los suyos” se atrevería algún día a tocarles el IVA, la nómina, la pensión, las prestaciones sanitarias y hasta las mismísimas pelotas, recordaron de pronto que las manifestaciones sirven para intentar influir en el Congreso de los Diputados, incluso en el ánimo de aquellos a los que, engañados por falsas promesas, auparon al poder con sus votos desgraciados, por mucho que blinden con vallas tan magnífico recinto para dormir la siesta, en un vano intento de que no retumbe dentro la voz de la calle.
Rajoy les tocó lo más sensible de su ideario vital, moral y político: las pelas, la cartilla, los moscosos, la paga extraordinaria de la natividad de su dios. Y de pronto este Gobierno logró así un récord en nuestra historia democrática: cabrear a propios y extraños, a amigos y enemigos, y juntarlos a todos en las macromanifestaciones de la semana pasada, millones de personas en total, “miles” según el nuevo NODO de la nueva TVE, gritando todos a una: ¡dimisión!
Juro por ese dios que no existe que jamás había estado en manifestación tan extravagante, por insólita, con tanta gente de la derecha de toda la vida a mi lado, codo con codo, coreando el lema colectivo puesto de moda por uno de los suyos, por su grosería la señora Fabra: ¡que se jodan! Me resultó tan raro, una compañía tan extraña a mí, que ni siquiera me atreví a gritar que se jodiesen, por no molestar, mireusté. No vaya a ser que a la próxima mani ya no vengan.
Los mismos que no hace muchos años salían a la calle contra el Estatuto de Cataluña, el aborto, el matrimonio homosexual y los recortes de Zapatero, pedían ahora a mi lado la dimisión de Rajoy. El mundo se acaba, definitivamente. Cierto es que se les notaba poca destreza manifestante, quizá cierta timidez, como si estuviesen cometiendo un pecado venial contra su clase, como si temiesen ser vistos por los agentes secretos de Benedicto XVI infiltrados en las marchas, y hasta me dio un puntito de miedo verles tan irritados, porque os recuerdo que la derecha, cuando alcanza la masa crítica de cabreo, fusila. No se anda con coñas de juicios. Y creo que no es para tanto, no hay que hacerle al Gobierno juicios sumarísimos como solían sus mayores: ¡basta simplemente con empujarles hasta el mar!
El malgobierno de Rajoy sigue esgrimiendo que gobierna con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos, cuando en realidad solo le votó el 30,27% (a ver, repito: el 30,27%) de los españoles con derecho a voto, descontada la abstención. Es decir, ¡prácticamente el 70% de los españoles no le votó! Y además, considerando que buena parte de sus votantes, a juzgar por el pelaje de los manifestantes de la semana pasada, se siente engañado por un programa oculto al que de ninguna manera hubiesen dado su consentimiento, de saberlo de antemano, resulta que el PP estaría gobernando en estos momentos contra el parecer de, quizá, el 90% de sus conciudadanos, como cuando Aznar nos metió en la guerra de Irak.
Pero, cuidado, el Gobierno del PP que se ha revelado como un fraude democrático, un Gobierno legal pero ilegítimo, ya que no puede acallar el clamor que proviene incluso de los suyos, se apresta a matar al mensajero. Ha puesto sus patas en prácticamente todos los medios de comunicación masivos, pero siente que la calle y las redes sociales de comunicación se le escapan de las manos. Si las ideas siempre resultaron ser más fuertes que los fusiles, ahora se revelan como bombas atómicas por la reacción en cadena que se propaga a través de los smartphones. Pronto tendremos a la policía cacheándonos, no en busca de una navaja o un cóctel molotov, sino de un teléfono móvil con la mecha de twitter encendida.
La economía se les va de las manos, el país está a punto de ser intervenido, los suyos le dan la espalda porque han descubierto el trampantojo con que disimulaban su ineficacia, pero al Gobierno solo le preocupa que todo ello llegue a saberse. El Ministerio de Interior está diseñando un cambio de legislación para que la difusión a través de Internet de las convocatorias de manifestación que no hayan obtenido permiso administrativo previo sean consideradas “delito de integración en organización criminal” cuando acaben siendo “violentas” o alterando “gravemente el orden público”. Varios años de cárcel, en suma. Esencia pura de fascismo.
El Gobierno que más ha hecho por alterar el orden público, el pirómano que enciende un fuego cada vez que un ministro abre la boca, conoce bien cómo solucionan esto los regímenes dictatoriales: criminalizando las redes sociales que no pueden dominar ni acallar.
Así que, démonos prisa, echémoslos al mar antes de que publiquen el decreto. Y, a ser posible, antes de que aprendan a nadar.

Manolo Saco
Periodista (Orense, 1947). Desde el año 1971 ha trabajado en Cambio 16, ha sido director de la revista Ciudadano de defensa del consumidor. Fue jefe de la sección de Economía y, posteriormente, de Cultura y Sociedad de los Servicios Informativos de TVE, subdirector del diario El Sol y otros. Fue columnista de Público

martes, 24 de julio de 2012

lunes, 23 de julio de 2012

¿OFICIALISMO CRÍTICO?

Maldigo la poesía concebida como un lujo, cultural por los neutrales, que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
GABRIEL CELAYA

En mis habituales conversaciones con familiares, colegas y amigos, algunos – que poco simpatizan con nuestro gobierno nacional- me tildan (¿me acusan?) de ser oficialista. El Diccionario de la RAE dice que oficialista es el “Conjunto de tendencias o fuerzas políticas que apoyan al Gobierno.” Y, sí, pensado desde ese significado, me asumo oficialista.

Oficialista de un presidente, que en un pequeño y muy fuerte acto simbólico, puso las cosas en su lugar, ordenando sacar el cuadro del represor Videla, de la galería de los retratos de los presidentes, en la Casa Rosada. Pero no solo eso, ya que hoy Videla está en prisión –como cualquier delincuente- pagando por sus responsabilidades en los secuestros, torturas y desapariciones. Algo que intentó el ex-juez Garzón en España, respecto a los crímenes del franquismo, y le costó el puesto. En cambio aquí, a Videla lo han seguido muchos otros represores, de primera, segunda y tercera línea, gracias a la reapertura de los juicios de la verdad.

Oficialista de una presidente que no se olvida invitar, a todo acto trascendente, a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; mientras sus acérrimos opositores de la Sociedad Rural, jamás dejaron de invitar a la apertura de la Exposición Rural a cuanto dictador gobernara este país. El otro día, decíamos con un amigo: -cuando uno mira quienes se oponen a este gobierno, no le queda otra que ponerse de su lado-. Si los que agitan cacerolas en el Barrio Norte, son Biolcatti y Cecilia Pando –la militante defensora de los represores- no hay duda de dónde ubicarse.

Oficialista de la Asignación Universal por Hijos, que muchos partidos incluyeron en sus plataformas y que luego, como se concretó durante el gobierno de Cristina Fernández, abjuraron de esa propuesta, como Galileo Galilei lo hizo, respecto a su “falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y que no se mueve y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve…” Solo que a Galileo, lo obligaron mediante la tortura… a ya estos políticos ¿cómo? Es verdad, sin embargo, que en el terreno de las políticas sociales hay mucho por hacer, y creo que no en todos los casos se está haciendo bien. Por ejemplo, en el principio de su gestión Alicia Kirchner criticó el exceso y la segmentación de los programas sociales, que en muchos casos, se solapaban y superponían. Y lamentablemente, los planes universales como la asignación por hijos, se superponen con un conjunto, todavía mayor de planes sectoriales, que muchas veces más que solucionar cuestiones específicas, son buenas herramientas del clientelismo político.

Y muchos dirán ¿pero qué hay de una diferente redistribución de la riqueza? Y yo me atrevo a decir, que no hay que esperar mucho más, de un gobierno que en palabras de su principal inspirador, calificó como keynesiano a su proyecto económico. A ver… “El flaco” jamás prometió socialismo, que quede claro. Y además –me reservo la pregunta- ¿qué sería construir hoy, el socialismo?

Oficialista de sentirme orgulloso de que nuestra Presidente, les diga a los empresarios reunidos en el Foro del G-20 en Cannes “Si quienes lideran el mundo, porque han querido liderarlo también además, no dan soluciones claras y concretas sobre el sistema de regulación financiera, si solamente siguen apuntando a controlar a ver en qué gasta cada país las cosas, pero no controlan qué hace cada banco de inversión, en lo que hace cada calificadora, en lo que hace cada movimiento de Bolsa, díganme ustedes, son todos hombres de negocios o por lo menos vinculados a los negocios: ¿qué creen que pasa cuando un día la señora Merkel se levanta y dice algo que parece que cayó mal y las Bolsas se van a pique y pierden 4 ó 5 puntos? Al otro día se levanta el señor Sarkozy dice algo importante que parece que calma todo y vuelven a subir otros 10 puntos, al otro día el señor Papandreu decide una consulta popular y nos vamos todos para debajo de vuelta.” Lejos, muy lejos de aquel nefasto canciller de Menem, que proponía “relaciones carnales” con USA, como eje de la política exterior Argentina.
Hoy, esa política exterior es clara y activa. Fortalecer el MERCOSUR y la UNASUR, cultivar relaciones con los países sin sujeciones a los dominantes. Salir –y vale el ejemplo- rápidamente a condenar el golpe institucional, contra el gobierno de Fernando Lugo, en el Paraguay. En la línea de aquel histórico: -¡No al ALCA!- que supo protagonizar Néstor.

Oficialista de ver, como mi país es hoy de avanzada mundial, en los marcos regulatorios y los programas sociales, tendientes a un mejor tratamiento de diversas problemáticas  sociales (leyes de matrimonio igualitario, educación sexual, identidad de género, muerte digna, parto humanizado, y otras tantas). Y aunque es cierto que solo las leyes, no cambian las realidades sociales, estos marcos generan nuevas realidades o ayudan a construir procesos de cambio cultural, que seguramente llevarán años.

Oficialista de un gobierno que, desde Alfonsín hasta Néstor Kirchner, había congelado los presupuestos educativos y supo eliminar a los docentes universitarios del listado de los aumentos salariales. Sí, así como lo leen, quienes trabajamos como docentes-investigadores en las universidades públicas, cobramos el mismo sueldo desde la llegada de la democracia, hasta que Néstor ejerció la Presidencia de la Nación. Y eso sin olvidar cuando el inefable Cavallo nos mandó a lavar los platos, junto a los científicos del CONICET. Un CONICET, que dicho sea de paso, aumentó considerablemente sus becas y cargos para ingreso y promoción de investigadores científicos, los subsidios y que desarrolla una clara política de federalización de la investigación, apuntando a que esa investigación se desarrolle también, con calidad, en los diversos espacios de nuestra geografía. En un caso inédito, más de 800 científicos argentinos de renombre, han vuelto a investigar en el país.

Oficialista de un gobierno que propone un plan de construcción de 400.000 viviendas, con el doble objetivo de que igual número de familias accedan a su primera vivienda y al mismo tiempo, se genere, un importante movimiento económico y de generación de empleo, alrededor de ese plan. Mientras Merkel, Obama y Rajoy –por poner algunos ejemplos- solo proponen ajuste, ajuste y más ajuste.

Oficialista de un gobierno que pretende poner los medios masivos de comunicación, y en especial los audiovisuales, al servicio de las comunidades, los grupos científicos, las organizaciones populares, las universidades; grupos e instituciones que en el escenario actual, dominado por dos monopolios mediáticos, jamás podrían hacer escuchar su voz.

Oficialista de un gobierno que hizo crecer, como hacía mucho tiempo no pasaba, el campo de la producción y distribución del arte y la cultura. Basta ver las importantes acciones de la Secretaría de Cultura, del Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales (¿desde hace cuánto no se contaba con tanto apoyo al cine nacional?), de la Televisión Pública y de esa maravilla mediático-educativa que es el Canal “Encuentro.”

Pero no todas son rosas, ni todo es perfecto.

Me gustaría, por ejemplo…

…que se genere y desarrolle una seria discusión sobre el actual modelo neo-keynesiano, su potencialidad para salir de esta sociedad injusta; y  sobre que otras alternativas habría, para la construcción de una sociedad más justa, igualitaria y solidaria.

… que se diseñen y desarrollen nuevas políticas tendientes a reducir la inseguridad, apuntando a la inclusión y no a la penalización.

… que los planes sociales apunten a generar empleo y no a distribuir subsidios y ayudas coyunturales.

… que se inicie un verdadero proceso de participación de la ciudadanía, en la gestión del estado (presupuesto participativo, etc.).

… que se replantee la pretendida organización federal de este país, que cuenta con muchas provincias económicamente inviables, a las que se maneja desde la administración de la co-participación federal.  

… que se revise y replantee el modelo sindical, para que los dirigentes dejen de ser empresarios y sean nuevamente, trabajadores que representan a sus pares.

… que se reformen las leyes, para evitar que exista una franja de argentinos que vive de la política (la llamada “clase política”).

… que se planee y desarrolle un plan para terminar con el analfabetismo.

… que la salud, la educación, el trabajo y la vivienda, sean verdaderos derechos y no menciones en las plataformas y los discursos políticos.

… que el INDEC sea un verdadero termómetro de lo que pasa en el país, y no una medidora “oficialista” que omita datos, por conveniencia politica.

Por todo eso, soy un “oficialista crítico”, si me lo permiten…

LA COMPLICIDAD DE LA JERARQUÍA DE LA IGLESIA CON LA DICTADURA


A pesar que se sabía bastante, acerca de la complicidad de la jerarquía de la Iglesia Católica con la dictadura cívico-militar (1976-1983) en Argentina, no está demás que los incrédulos tengan la versión directa de Videla.

Esa iglesia que dió mártires como los curas palotinos, el padre Mugica o Monseñor Angelelli, a la lucha por una sociedad más justa; pero que también cobijó a personajes deleznables como Von Wernich y a una jerarquía cómplice con los crímenes de lesa humanidad.
Todavía esperamos el verdadero arrepentimiento, de esa iglesia que nos avergüenza.

Videla reveló la complicidad de Iglesia en la dictadura



El ex-presidente aseguró que altos cargos católicos estaban al tanto de las desapariciones durante su régimen de facto. Dijo que publicar listas de desaparecidos no hacía más que "embochinchar" más la realidad
Lunes 23 Julio de 2012 | 06:30

Videla. | Reveló complicidad de la Iglesia. | Foto: TN
El exdictador argentino Jorge Rafael Videla, condenado recientemente por el secuestro sistemático de neonatos y niños durante el último régimen militar en Argentina, reveló en una entrevista periodística la complicidad de la Iglesia católica con el régimen militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983 y los crímenes de lesa humanidad que perpetró.

De esta forma, fue a cambio del silencio de los familiares de las víctimas, que la Iglesia Católica se encargó de avisar sobre el destino de los aniquilados durante el gobierno militar en Argentina, para que estos “cesen la búsqueda”, según se desprende de la entrevista hecha en 2010 por la revista el Sur y reproducida hoy por el diario Página/12.

“Se lo planteó como una situación muy dolorosa y nos asesoraron sobre la forma de manejarla. En algunos casos, la Iglesia ofreció sus ‘buenos oficios’, y frente a familiares que se tenía la certeza de que no harían un uso político de la información, se les dijo que no busquen más a su hijo porque estaba muerto”, aseguró.

El objetivo era evitar “la repregunta, que es un derecho que todas las familias tienen” acerca de qué pasó con sus seres queridos y dónde fueron enterrados. “Eso lo comprendió bien la Iglesia y también asumió los riesgos”, afirmó el ex dictador.


Pensaron publicar lista de desaparecidos

Rafael Videla, condenado en 2010 a cadena perpetua por los fusilamientos de 29 presos, afirmó incluso que al llegar al final de su tiempo al poder, la Junta Militar pensó en la posibilidad de publicar una lista con los nombres de las víctimas secuestradas y desaparecidas, perdo descartaron la idea.

“Si a una madre le decíamos que su hijo estaba en la lista, nadie le impediría que preguntara dónde está enterrado, ¿para llevarle una flor? ¿quiénes lo mataron? ¿por qué? ¿cómo lo mataron? No había respuestas para cada una de esas preguntas, y creímos que era embochinchar (hacer ruido, lío) más esa realidad, y que sólo lograríamos afectar la credibilidad”.

Consultado sobre las torturas, el robo de bebés hijos de desaparecidos y la usurpación de bienes propiedad de las víctimas, Videla tachó esos actos como “bajezas humanas” derivadas del gran “poder y libertad de acción otorgados al Ejército”.

“Es inevitable que muchos utilicen esas libertades en beneficio propio”, justificó.

domingo, 22 de julio de 2012

ACERCA DEL SIGNIFICADO DE LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA


Les presento un interesante artículo publicado ayer (sábado 21 de julio), en Página 12 por Horacio González.
Estoy en un todo de acuerdo con él, a la sazón uno de los intelectuales de puta madre con los que cuenta la Argentina, en una línea que -podríamos llamar, a riesgo de "etiquetar"- "nacional y popular". Creo que hoy Hallú, como antes Shuberoff se acuerdan de la "autonomía" para reservar ciertas prerrogativas para la UBA y yo diría, para la tribu en la que habitan, dentro de la UBA.
Creo -con González- que la universidad argentina se debe un debate acerca de su rol social, de sus relaciones con la sociedad, de su posible tarea en la reconstitución del tejido social en la Argentina; y en ese marco -y solo en ese marco- tiene significación la autonomía, como autonomía intelectual -y no como mero hecho administrativo o leguleyo. Como es su costumbre, Horacio González incomoda y yo celebro esa incomodidad.

Autonomía universitaria: problema de viejos







 Por Horacio González *
Las autoridades de la UBA argumentan en torno a la autonomía universitaria para afirmar su voluntad de jubilar a los profesores que superaron el fatídico nivel de los 65 años de edad. De esta manera, se produce una invocación falaz de este concepto. No asombra que esto ocurra en la política universitaria –hablo de la que más conozco, la de la Universidad de Buenos Aires–, pues hace muchos años que no se escucha demasiado a las autoridades universitarias de esta casa proferir temas, conceptos o razonamientos que se refieran a las tradiciones propias del conocimiento. Es decir, a la filosofía en su relación con las artes y las ciencias, o a las relaciones del conocimiento con las condiciones de la existencia social. Este vacío de Universidad corre el riesgo de caracterizar hoy a la misma Universidad.
Entristece ver que se apela al concepto de autonomía cuando conviene a propósitos arbitrarios, y se lo omite raudamente cuando lo que está en juego es la perseverancia misma del sentido de la Universidad. No es la autonomía tan sólo una cuestión referida a los acontecimientos cordobeses de 1918. Ellos siguen actuando en la memoria universitaria aunque quiera negárselos por haber generado sus propias autocracias –ello ha ocurrido, sin duda—; pero aquellos principios siguen actuando. Porque principalmente son una apertura filosófica constante para pensar y situar lo universitario sin más. Para mí, la Reforma es un puñado de cosas que aún permanecen, aunque parezca que se discutan ahora cuestiones tan diversas a ella. Permanecen los textos de Deodoro Roca, que vacila entre declarar a toda ciudad como “Ciudad Universitaria” o volcarla al flujo social. O bien la Universidad abarcando todas las prácticas de conocimiento, o bien la Universidad poniéndose al servicio de las prácticas de transformación social. En el primer caso, el autonomismo es una soberanía absoluta del conocimiento universitario; en el segundo, una pieza más que hay que considerar como aparejo de un cambio político y de un estilo de compromiso social. No parece que haya variado la discusión. Esta es la discusión universitaria por excelencia: la permanente tirantez y desasosiego entre la Ciudad Universitaria y la Ciudad de la ciudadanía, el trabajo y las luchas.
¿A qué llamar autonomía universitaria? Precisamente al reconocimiento de esa tensión fundadora del sentido mismo de la Universidad. Cuando se quiere relativizar esa autonomía –que proviene de Humboldt, Kant, Renan y si se quiere, de Jauretche, Deodoro y José Luis Romero–, se da un paso en falso, por más garantizado que se crea en relación a las dominantes tesis politicistas en torno a las “autonomías relativas”. Sí, ya lo sabemos. No hay en el mundo nada que no se intersecte, combine o complemente con un saber anterior o simultáneo. El conocimiento real procede por pérdidas momentáneas de sus certezas para adquirir reemplazos pertinentes y categóricos. Pero la autonomía en su significado más elevado, que es el que pertenece a la Universidad, supone la elección de su enunciación propia, exonerada del peso del Estado que la financia. La comprensión de esta sustancial rareza es su verdadera originalidad. Es el descubrimiento de la Reforma –más allá de sus relevantes alcances latinoamericanos y sus varias deficiencias nacionales– que perdura en cada universitario argentino. Sabemos que la educación pública superior la financia y garantiza el Estado, pero hay un gesto interno que el Estado secretamente acata sin duda a desgano, que es el de saber que de él depende la institución que no le responde. ¿Por qué haría tal cosa el Estado? Y temo ponerme aquí bastante hegeliano. Porque su vida misma, que es la de la sociedad en su conjunto, se juega en el acto mismo del conocimiento, que ejerce una negatividad de aquello mismo que lo sostiene.
¿Sin embargo, no se viven tiempos tecnológicos, donde la Universidad, tan duramente criticada por su envanecimiento áulico, debería volcarse ahora al auxilio de las fuerzas productivas? Estamos totalmente de acuerdo con ello, pero diferimos de la manera de hacerlo y decirlo. Es que se daría mucho más el paso hacia la invención técnica y el carácter profundo de la ciencia, en cuanto en mayor grado se ahonden las cuestiones humanísticas, o si se quiere, filosóficas. No ha variado el panorama de las Universidades modernas desde que Kant escribió El conflicto de las facultades, donde la pieza maestra es la filosofía, y donde –adaptándola a nuestro tiempo–, lo que se relaciona con ella es una crucial filosofía de la ciencia. Entre nosotros, la cultivaron Varsavsky, Jorge Sabato, Amílcar Herrera, Klimovsky y tantos otros. Todo lo cual promete una profusión donde su clave maestra es la autonomía universitaria sustantiva. No la que se esgrime a último momento –desconociendo una ley nacional—, para mutilar el sentido de la Universidad trazando fronteras etarias, y mandando a mudar a los viejos. Como se decía: tirando todos los días a uno por la ventana.
Las universidades, luego del proceso militar, entraron en lo que considero la mala hora, la fementida globalización: revistas con referato, categorizaciones administradas del saber, incentivos inspirados en criterios de productividad. Se entró en la etapa de un saber tasado, regulado por inspecciones provenientes de redes cuya efectiva modernidad, ésta sí no cuestionable, sin embargo intervenía con peso inerte en el lenguaje universitario. Y con criterios compulsivos y regulables según un canon fijo, muchas veces encaminaba de forma fetichista las lecturas, citas e inflexiones ya dosificadas. Todo ello fue acompañado por el tributo que las Facultades más vinculadas al mundo de las prácticas les rindieron a las licencias de corporaciones privadas, consultoras, laboratorios, etc. ¿Era posible otro camino? Lo era, aún bajo estas consignas que mantenían un autonomismo relativo. Desde luego, significaban una resignación de la legitimidad intelectual universitaria: precisamente, su autonomía política y filosófica, inspirada en textos célebres del pasado. Pero bastaba con conservar tímidamente la tradición de las humanidades y de las ciencias, cuya relación compleja fue motivo de todas las disputas sobre el conocimiento en los dos últimos siglos, para preservar un halo necesario de autonomismo universitario sin rendirlo al monolingüismo de las jergas políticas de la hora, en la que realmente se habla en todos lados, disimulando una que otra vez con empaque academicista lo que realmente no se posee.
Falta ahora el don irreductible del conocer, que no se sustituye con consignas como la de la “sociedad del conocimiento”, muletilla de los fabricantes de productos que caracterizan la revolución comunicacional, lo que no es inadecuado ni molesto, pero no pueden sustituir lo que tanto la sociedad como el conocimiento tienen de insubordinados respecto a la epistemología propia que brota del mundo de las maquinarias. Allí hay un problema, pues el conocimiento es constituido por las máquinas tanto como éstas lo son por el conocimiento, y este vaivén no está establecido a priori sino que es el juego propiamente de la filosofía. Por eso debe ser ella la verdad última de la autonomía universitaria, y la garante final de su relación con la ciencia y la técnica. Las encrucijadas de la sociedad podrán ser más fructíferas con la autonomía sin más que postulando una “autonomía relativa”, que cede un concepto histórico fundamental sin hacer otra cosa que abrirle la puerta a un chato cientificismo.
Escuché dar clases a León Dujovne, León Ostrov, León Rozitchner, David Viñas, José Luis Romero, Gino Germani, Andrés Mercado Vera, Halperin Donghi, Carlos Correas, Nicolás Casullo, Alberto Plá, Reyna Pastor de Togneri, Enrique Pezzoni, Roberto Carri, Justino O’Farrell, Gunnar Olsson, Ana María Barrenechea, y de todos llevo una remembranza que, si no apagan los años, por lo menos me permite pensar en la enorme diversidad de sus estilos, conocimientos y discordancias. Era la Universidad de las grandes conferencias –tengo también el recuerdo de la oratoria de Borges y de Jauretche en el salón de Viamonte 430 y no consigo desprenderme de ciertas imágenes del gran dirigente estudiantil Daniel Hopen arengando desde sus escalinatas—, por lo que como viejo jubilable, desatendido por las torpes propedéuticas del saber administrado, les digo a quienes se especializaron en enjuiciamientos diversos en la espesura de la maraña universitaria, que no hay problema en irse, años más, años menos. Pero es a ellos, que son los que no están en el espíritu universitario –perdónenme—, a los que veo envejecer con cada dictamen extraído de sus pobres cartapacios. Dispénsenme esta mala noticia para ustedes, queridos administradores de la vida ajena, citando la autonomía cuando quieren, cuando la que de verdad interesa ya la abandonaron hace rato, o mejor dicho, ella los abandonó a ustedes.
* Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.

sábado, 21 de julio de 2012

DIOS LOS CRÍA Y EL VIENTO LOS AMONTONA



Interesante nota publicada por Pablo Gentili en el Diario "El País" de Madrid, a propósito de una reunión -poco difundida- entre el Ministro de Educación español Wert y su par chileno.

Los amigos chilenos del Sr. Wert

Por:  19 de julio de 2012
A comienzos de este mes, visitaba España e Inglaterra el ministro de educación chileno,Harald Beyer Burgos, acompañado de algunos rectores de reconocidas instituciones universitarias de su país. Como detalló la prensa trasandina, el viaje incluyó diversos intercambios con su par ibérico, José Ignacio Wert, quien lo recibió en su despacho el viernes 6 de julio.
No deja de ser curioso que el Ministerio de Educación español siquiera haya emitido un comunicado de prensa al respecto ni que tampoco se haya realizado ninguna mención del encuentro en su página web. Podría suponerse que semejante omisión es directamente proporcional al desinterés que suele generar este tipo de eventos en la opinión pública española. ¿A quién podría interesarle el motivo de un encuentro entre el ministro Wert y el representante de un lejano país latinoamericano, más conocido por sus vinos que por sus afinidades educativas con España?
Sin embargo, el motivo de la reunión estuvo lejos de ser banal o meramente protocolar. En ella, el ministro Wert sostuvo su deseo de profundizar intercambios entre ambos países que permitan conocer los beneficios que tendría para España el sistema de financiamiento de la educación superior chilena.
¿Por qué los españoles deberían preocuparse con la visita del ministro de educación de Chile y con las probables recomendaciones que éste podría formularle al principal responsable de la cartera educativa de España?
Wert y Beyer
El ministro de educación chileno, Harald Beyer y su par español, José Ignacio Wert, en Madrid, el pasado viernes 6 de julio. Foto: Embajada de Chile en España.

Harald Beyer, como J.I. Wert, tiene una sólida formación académica y una experiencia política marcada por posiciones conservadoras. Doctor en Economía por la Universidad de California en Los Angeles, Beyer se ha desempeñado como subdirector del Centro de Estudios Públicos, un destacado think tank de la derecha chilena. Como investigador de esta institución, el actual ministro ha sobresalido por sus opiniones favorables hacia los procesos de privatización del sistema universitario nacional y por sus críticas vehementes a las políticas igualitarias y a la escuela pública. Harald Beyer ha sido, sin lugar a dudas, uno de los más relevantes intelectuales orgánicos de un proceso de reforma educativa que ha segmentado y fragmentado el sistema escolar chileno con nefastas consecuencias en términos de justicia social y equidad: un sistema educativo pobre para los pobres y uno rico, elitista y altamente competitivo para los ricos. Los efectos de estas desigualdades han sido puestos en evidencia por numerosos estudios y, fundamentalmente, por los jóvenes chilenos, las estudiantes y los estudiantes de enseñanza media y superior, cuyas movilizaciones y luchas han transcendido las fronteras nacionales por su dinamismo y su combatividad. Lo que para el ministro Wert es un modelo a ser imitado, ha transformado a Chile en una de las sociedades más injustas y desiguales del continente americano.
En la actualidad, el sistema universitario chileno funciona con la lógica de un mercado privado de provisión de servicios educativos, donde se ha abolido definitivamente el principio de gratuidad y donde la posibilidad de iniciar los estudios depende de las buenas condiciones económicas de los alumnos o del acceso a un sistema de préstamos de carácter extorsivo y de efectos profundamente excluyentes. Familias endeudadas y una montaña de frustraciones se acumulan como los resultados más visibles de un sistema universitario altamente precario en su calidad democrática.
Las alianzas y afinidades del actual gobierno chileno con la educación privada pueden observarse sin demasiados matices en la delegación de representantes universitarios que acompañó al ministro Beyer en su viaje a Europa:
Federico Valdés Lafontaine - Rector de la Universidad del Desarrollo, una institución privada que pertenece al ex candidato a la presidencia y ex ministro de educación del actual gobierno, Joaquín Lavín. Un activo miembro del Opus Dei y dirigente de la neoliberal Unión Demócrata Independiente (UDI) que llevó al empresario Sebastián Piñera a la presidencia de la República. La Universidad del Desarrollo es una rara mezcla de institución ultra-liberal y decimonónica, promotora del libre mercado y del catolicismo reaccionario del Opus Dei. Otro de sus fundadores fue Hernán Büchi, ex ministro de hacienda de la Dictadura Militar del General Pinochet. También, Cristian Larroulet, actual secretario general de la presidencia, un político de estrechas vinculaciones con el ex gobierno de facto y, junto con el ministro Beyer, uno de los ideólogos de la nueva Ley General de Educación que tanto combaten los estudiantes por sus amenazas a la escuela pública y su cristalización de las inequidades educativas.
Jaime Arancibia - Vicerrector de la Universidad de los Andes, la institución orgánica delOpus Dei en Chile. Su rector es Orlando Poblete, quien, entre 1979 y 1987, fue asesor especial de Augusto Pinochet y luego su ministro general de gobierno.
Andrés Benítez - Rector de la Universidad Adolfo Ibáñez, institución extremadamente conservadora, cuyo origen ha sido la Escuela de Negocios de Valparaíso. Uno de sus principales impulsores fue Pedro Ibáñez Ojeda, hijo de Adolfo Ibañez, integrante del Consejo de Estado de la Dictadura de Pinochet y conocido por sus exaltados ataques al voto democrático. La universidad está estrechamente vinculada a los intereses del Partido de Renovación Nacional del presidente Piñera.
Pedro Uribe - Rector de la Universidad Andrés Bello, institución perteneciente al consorcio conservador Laureate International Universities. El presidente de su Junta Directiva es Juan Antonio Guzmán Molinari, quien fuera ministro de educación de la última Dictadura Militar. En rigor, la Junta Directiva de la Universidad Andrés Bello es una verdadera galería de la fama de ex funcionarios del gobierno de Augusto Pinochet.
José Rodríguez - Rector de la Universidad Federico Santa María, institución de orientación básicamente técnica y de ingeniería. Creada por el filántropo homónimo a comienzos del siglo XX con el objeto de servir “al proletariado de mi patria”. Centro educativo que, tal como estableció en su testamento Federico Santa María, debería ser laico y gratuito, pero que hoy cobra más de 7.000 dólares por año a los estudiantes que allí cursan sus carreras.
Nicolás Cubillos - Rector de la Universidad Finis Terrae, de la Congregación de los Legionarios de Cristo, fundada por el sacerdote mexicano Marcial Maciel, quien murió mientras se desarrollaban decenas de juicios contra él por abuso sexual y pederastia. Las instituciones educativas de los Legionarios de Cristo continúan, dentro y fuera del país, siendo objeto de denuncias por abuso sexual contra niños, como las realizadas recientemente en el colegio chileno Apoquindo, propiedad de la Congregación.
Menuda banda de amigos…
Vale destacar que ninguno de los participantes de la comitiva del ministro Harald Beyer pertenecía a cualquiera de las universidades públicas chilenas ni, mucho menos, tenía en su legajo cualquier compromiso con la democracia y la defensa de los derechos ciudadanos en su país.
El gobierno del presidente Rajoy va rehaciendo asi su tejido de relaciones con Latinoamérica. Cuenta para ello con una vasta experiencia que cultivo él mismo como ministro de educación del gobierno de José María Aznar, así como la herencia de su antecesora, Esperanza Aguirre, quien, desde el gobierno de la Comunidad de Madrid, continúa manteniendo un estrecho vínculo con los más conspicuos representantes de la derecha chilena.
Camista verde
Resta la duda de los motivos por los que el ministro Wert no informó a la opinión pública española sobre las inspiradoras conversaciones con su par trasandino. Seguramente, tiene más charme anunciar que se pretende imitar el Sistema de Formación Profesional alemán que el modelo de privatización y endeudamiento estudiantil chileno.
La sociedad española deberá elegir si aspira a que su sistema universitario consolide un modelo basado en la calidad y la equidad o si, por el contrario, se aproxima al recetario de exclusión y abandono que pregona el actual gobierno chileno. Los intereses y afinidades del ministro Wert van quedando cada vez más definidos.
Sea como fuera, habrá que apostar a que la marea verde que levanta la bandera de la escuela pública en España atraviese el océano, llegando hasta los Andes. Y también, a que la lucha por el derecho a la educación que protagonizan esos aguerridos y valientes jóvenes chilenos inspiren y acompañen a todos aquellos que no se resignan a que España siga siendo maltratada por quienes la gobiernan.

Desde Santiago de Chile

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