sábado, 28 de abril de 2012


Las fabulas, cuentos y otras narrativas como construcción social de la realidad. Un abordaje de las narrativas, desde la Pedagogía.

Pablo Daniel Vain

Moralejas
Un ladrón vino por la noche para robar en una casa. Él trajo consigo varias rebanadas de carne a fin de pacificar al perro guardián, de modo que no alarmara a su patrón ladrando. 
Cuando el ladrón le lanzó los pedazos de carne, el perro dijo: 
-Si usted piensa callar mi boca, está completamente equivocado. Esta bondad repentina de sus manos sólo me hará más vigilante, no sea que bajo estos favores inesperados hacia mí, usted obtenga algunos beneficios especiales para llevar a cabo su propia ventaja, y para  dañar a mi patrón.
Moraleja: Si llegas a trabajar al servicio de un buen patrón, sé siempre correcto, fiel y honesto con él. Si llegas a ser un patrón, se siempre correcto, fiel y honesto con tus servidores.
ESOPO[1]
Cuando se rastrea porque el 8 de marzo se conmemora el Día de la Mujer, los antecedentes históricos no son muy explícitos. Sin embargo, se atribuye a dos hechos importantes y ocurridos ambos en la ciudad de Nueva York.
El primero fue una gran marcha de trabajadoras textiles en el año 1857, cuando miles de mujeres marcharon sobre los barrios adinerados de Nueva York, en protesta por las miserables condiciones de las trabajadoras. El segundo, ocurrió en 1908. Ese año 40.000 costureras industriales de grandes factorías se declararon en huelga, demandando el derecho de unirse a los sindicatos, mejores salarios, una jornada de trabajo menos larga, entrenamiento vocacional y el rechazo al trabajo infantil. Durante la huelga, 129 trabajadoras murieron quemadas en un incendio en la fábrica Cotton Textile Factory, en Washington Square, Nueva York. Los dueños de la fábrica, habían encerrado a las trabajadoras para forzarlas a permanecer en el trabajo y no unirse a la huelga.
¿Qué hubieran sentido y pensado, las 129 obreras textiles que murieron carbonizadas, acerca de sus patrones? ¿Estarían dispuestas a ser fieles a esos patrones, como lo recomienda Esopo?
La narración de fábulas, ha sido una práctica inmemorial. A través de los años, una infinidad de niños escucharon (y luego leyeron) estas fábulas con moraleja (esa sentencia final con la que el autor remata su relato, y cuyo propósito es transmitir cierta enseñanza).
¿Qué enseñanza se propuso transmitir Esopo con la fábula que transcribimos? No es difícil observar que: la fidelidad a los patrones. Y esto contribuía a naturalizar la idea de que los patrones son necesarios y que los trabajadores deben serles fieles, y por lo tanto no cuestionarlos, ni hacer reclamos respecto a las condiciones de trabajo, a las cuales estos patrones los forzaban.
Cantó la cigarra durante todo el verano, retozó y descansó, y se ufanó de su arte, y al llegar el invierno se encontró sin nada: ni una mosca, ni un gusano.
Fue entonces a llorar su hambre a la hormiga vecina, pidiéndole que le prestara de su grano hasta la llegada de la próxima estación.
-Te pagaré la deuda con sus intereses -le dijo- antes de la cosecha, te doy mi palabra.
Más la hormiga no es nada generosa, y este es su menor defecto. Y le preguntó a la cigarra:
-¿Qué hacías tú cuando el tiempo era cálido y bello?
-Cantaba noche y día libremente- respondió la despreocupada cigarra.
-¿Conque cantabas? ¡Me gusta tu frescura! Pues entonces ponte ahora a bailar, amiga mía.
Moraleja: No pases tu tiempo dedicado sólo al placer. Trabaja, y guarda de tu cosecha para los momentos de escasez.
JEAN DE LA FONTAINE[2]
¿Qué se propone enseñarnos esta fábula de La Fontaine? ¿Qué solo el trabajo merece ser apreciado? ¿Qué no vale la pena dedicar el tiempo a otras actividades como el arte, el juego o el descanso? ¿Qué entrañan estas enseñanzas? Y por sobre todo ¿qué valores de la cultura se trasmiten a través de ellas?
Y si uniéramos ambas “enseñanzas” podríamos apreciar cómo se complementan. Porque justamente, entre los trabajadores de fines del siglo XIX y principios del XX, los reclamos giraban –entre otros- en torno a la reducción de las jornadas de trabajo, el “sábado inglés” (solo medio día de labor), las vacaciones pagas, la anulación del trabajo infantil. Sin embargo, las moralejas nos instan a ser fieles (¿quizás serviles?) a los patrones y desdeñar todo aquello que no es trabajo, por no ser virtuoso. Siguiendo su lógica, ¿qué sentido tendrían aquellos reclamos?
Cierto hombre llevó a trabajar a su propiedad a un negro, pensando que su color provenía a causa de un descuido de su anterior propietario. 
Una vez en su casa, probó todas las jabonadas posibles, intentó toda clase de trucos para blanquearlo, pero de ninguna manera pudo cambiar su color y terminó poniendo  enfermo al negro a fuerza de tantos intentos.
Moraleja: Lo que la naturaleza diseña, se mantiene firme. 
ESOPO
Nuevamente Esopo nos brinda otra “enseñanza”: lo que la naturaleza crea, es inmutable. En la antigüedad, como lo recuerda Scavino “(…) para Platón también existía una 'disposición de las cosas' la que llamaba cosmos, el orden natural del mundo.” (Scavino, 1999: 37). Y lo cierto es que cuando queremos calificar algo como no discutible, como de certeza absoluta, lo denotamos como natural”. Decimos, por ejemplo, “es natural que haya pobres, en todas las sociedades los hubo…”, o “lo natural son las parejas entre personas de diferente sexo”.
Sin embargo, la pobreza no es otra cosa que un problema de distribución de la riqueza. Y cabe preguntarse: ¿quién distribuye la riqueza, la naturaleza? Las parejas heterosexuales no son producto de la naturaleza, sino una convención humana.
Lo que ocurre, es que el orden natural, así como se lo presenta, no puede ser desafiado por el hombre, porque es inmutable, y está fuera de su dominio. “Lo que natura non da, Salamanca non presta” dice la sentencia, que condena cotidianamente al millones de niños al fracaso escolar. Porque si la naturaleza no les otorgó la inteligencia, nada se puede hacer para que aprendan.
Y vemos entonces, como de moraleja en moraleja, de refrán en refrán, las narraciones contribuyen a la construcción social de la realidad. Sigamos otra vez, los razonamientos que emergen de estas moralejas. Que haya obreros y patrones es parte de ese orden natural del mundo, y por lo tanto no se puede cambiar. Eso significa que quienes nacieron trabajadores, no pueden pensar en ser otra cosa diferente. Al mismo tiempo, deben dejar atrás toda inclinación al descanso, el ocio productivo, el arte, etc. guardando sus reservas físicas al servicio del patrón. A quién, además, deben fidelidad.
¿No es esta una manera clara, del modo en que ciertas narrativas, construyen la realidad? Porque la realidad no está dada por la naturaleza, ni obedece a un orden externo a los humanos. La realidad es una construcción social. Y las fábulas, los mitos, las leyendas y los refranes son herramientas que se utilizan para esa construcción.

La violencia simbólica como naturalización
Siguiendo lo que venimos presentando, podemos decir que “lo escrito” (el cosmos de Platón), ese modo particular en que una determinada cultura ha resuelto las diferentes circunstancias que la han afectado, para lograr sobrevivir, es lo que Bourdieu (1981) llamó “arbitrario cultural.” Según este sociólogo francés es arbitrario, en tanto depende del arbitrio. Entendiendo al Arbitrio como la “facultad de adoptar una resolución con preferencia a otra” (Bourdieu, 1981). Esto es: para cada aspecto o dimensión de la vida, las culturas han adoptado decisiones entre un conjunto de posibilidades. La organización urbana de la vida comunitaria es una alternativa diferente al nomadismo o la organización rural. El monoteísmo, es una posibilidad distinta del politeísmo o del ateísmo, como sistemas de creencias. La producción industrial, es otra opción frente a la artesanal o a la agricultura. En todos estos casos, determinadas comunidades humanas, han optado por una alternativa, desechando otras posibles. Ese arbitrario cultural es definido por Bourdieu y Passeron (2001: 22) como “La selección de significados que define objetivamente la cultura de un grupo o de una clase como sistema simbólico (...)”
Pero la pregunta que se hace Bourdieu es ¿por qué todos los miembros de una cultura determinada, asumen como válida esa selección y no la cuestionan? Y es allí donde este autor, desarrolla su teoría acerca de la Violencia Simbólica. Bourdieu dirá –con otras palabras- que es naturalizando la opción seleccionada, como las sociedades logran que sus miembros actúen conforme los valores adoptados. Dice Cecilia Flaschsland (2005: 59) “La cultura selecciona significaciones no universales y arbitrarias, y las presenta como universales y objetivas.” Veamos algunos ejemplos, recogidos en investigaciones:

“Emilia (maestra): Una de las finalidades de los viajes de Colón fue la evangelización de los infieles. ¿Saben Uds. quienes eran los infieles? Los indios, claro, porque ellos no tenían la religión cristiana, como nosotros...” (Vain; 1997)

"Un pibe inteligente es un pibe con un coeficiente intelectual mayor que otro; que llega a un... ¿cuál es el número? Viste que hay escuelas que se manejan con pibes de un (cierto) coeficiente intelectual; por ahí, ése es un pibe inteligente" (docente de sexo femenino, 34 años de edad, antigüedad de 7 años, formada en el profesorado, se desempeña en 4° grado y atiende a sectores bajos). (Kaplan, 2007)

"(...) pobre S., lo cargan tanto por ser boliviano, en otra escuela de Barrio Norte que voy le pasa lo mismo a una nena boliviana. Yo que la madre la saco y la mando a una escuela donde vayan sólo bolivianos para que no sufra, se lo dije, pero no me escucha, para mí es mejor que los bolivianos estén con bolivianos, ¿no viste cómo los coreanos se juntan entre ellos y nadie los carga?" (Kaplan, 2007)

¿Qué es lo que se naturalizó en cada uno de estos ejemplos? ¿Cuál fue el arbitrario cultural que se impuso? En el primer caso, la maestra naturaliza la pertenencia a la religión cristiana. Según esta docente, ser “nosotros” es pertenecer a una determinada religión. Y es interesante observar el terrible precio que se paga, si no se pertenece a esa religión: no se forma parte del “nosotros.” En el segundo caso, lo que está naturalizado es la idea de que la inteligencia puede ser medida, y por lo tanto, los desempeños pueden ser predecidos. Escribe Eduardo Galeano (1998):

“Hace un siglo, Alfred Binet inventó en Paris el primer test de coeficiente intelectual con el sano propósito de identificar a los niños que necesitaban más ayuda de los maestros en las escuelas. El inventor fue el primero en advertir que este instrumento no servía para medir la inteligencia, que no puede ser medida y que no debía ser usado para descalificar a nadie. Pero en 1913 las autoridades norteamericanas impusieron el test de Binet en las puertas de NY, bien cerquita de la Estatua de la Libertad, a los recién llegados inmigrantes judíos, húngaros, italianos y rusos y de esa manera comprobaron que 8 de cada 10 inmigrantes tenían mente infantil. Tres años después, las autoridades bolivianas lo aplicaron en las escuelas públicas de Potosí, 8 de cada 10 niños eran anormales. Y desde entonces hasta nuestros días, el desprecio racial y social continuó invocando el valor científico de las mediciones del coeficiente intelectual que tratan a las personas como si fueran números. En 1994, el libro The Bell Curve tuvo espectacular éxito de ventas en EE.UU. La obra, escrita por dos profesores universitarios, proclamaba sin pelos en la lengua lo que muchos no se atreven a decir o dicen en voz baja: los negros y los pobres tienen un coeficiente intelectual inevitablemente menor que los blancos y los ricos, por herencia genética, y por lo tanto se echa agua al mar cuando se dilapidan dineros en su educación y asistencia social. Los pobres y sobre todo los pobres de piel negra, son burros y no son burros porque sean pobres sino que son pobres porque son burros.” (Galeano, 1998: 56).

Y en el tercer ejemplo, lo que se presenta como natural es la necesidad de agrupar a los sujetos con sus iguales. Las nenas con las nenas, los nenes con los nenes, los ricos con los ricos, los bolivianos con los bolivianos. Un modo claro y preciso de justificar la segmentación del sistema educativo.
Y este es, precisamente, el gran poder de la Violencia Simbólica. Qué no es percibida como violencia, porque la fuerza que nos conduce a actuar de un modo y no de otro, a asumir y sostener ciertos valores de la cultura y no otros, es precisamente esa operación simbólica que nos oculta esos “otros” valores posibles y nos ofrece solo uno, como el válido y –otra vez- el natural.
En palabras de Alicia Gutiérrez (1995: 41)
(...) es la particular fuerza de la que disponen ciertos agentes que ejercen lo que el autor (Bourdieu) llama violencia simbólica, esa violencia que se pone en marcha sobre un agente o grupo de agentes con su complicidad. Se trata de una violencia eufemizada, y por ello, socialmente aceptable, desconocida como arbitraria y con ello reconocida, en la medida en que se fundamenta en el desconocimiento de los mecanismos de su ejercicio.
Y ¿qué mejor, para cristalizar este procedimiento, que disponer de un mecanismo de transmisión cultural, que actúa desde las edades más tempranas, como lo son las narraciones infantiles?

Monstruos y otros espantos
"Si todos odian a los miserables, ¿cómo no han de odiarme entonces a mí, que soy el más miserable de los seres humanos?"
FRANKENSTEIN [3]
El odio y el desprecio es todo lo que pueden esperar los monstruos, así lo expresa Frankenstein en la popular novela de Mary Shelley.
Buena parte de los cuentos infantiles están poblados por monstruos, seres distintos a la mayoría, generalmente horrendos y malvados. Y en ese sentido son, como afirma Foucault (2000) la expresión de violación de las leyes de la sociedad y también de las leyes de la Naturaleza. Vemos como nuevamente se parte de la idea de un orden natural (que es lo normal) y un orden violado, transgredido (lo anormal). Anormal, entonces, es ser diferente a la mayoría. Y es, en este sentido, ser monstruoso. Y es por eso que en la Antigüedad, los discapacitados eran sacrificados y en la Edad Media se los confinaba.
La modernidad –señalan Duschatzky y Skliar - estableció una lógica binaria a partir de la cual denominó e inventó de distintos modos el componente negativo: marginal, indigente, loco, deficiente, drogadicto, homosexual, extranjero, etc.  Esas oposiciones binarias sugieren siempre el privilegio del primer término y el otro, secundario en esa dependencia jerárquica, no existe fuera del primero sino dentro de él, como imagen velada, como su inversión negativa. (Duschatzky y Skliar, 2000: 36)
De este modo los anormales existen en tanto hay normales, y confirman a estos últimos en su normalidad. Del mismo modo, los locos confirman la cordura de los otros. Así los alumnos diferentes, por estar afectados por patologías del desarrollo o simplemente por poseer patrones culturales diversos o modalidades de acción distintas (llamados alternativamente: anormales, atípicos, deficientes, diferenciados, excepcionales, minusválidos, subnormales, con dificultades en el aprendizaje, con déficit atencional,  con problemas de conducta, inadaptados sociales, irregulares sociales, etc.)[4] ocupan en esa lógica, el lugar del anormal, del monstruo, del desviado y al cual –se supone- están condenados por la naturaleza, no pudiendo merecer ser respetados, queridos y/o educados. Otra vez, las narrativas construyen realidad.

Cuentos, fábulas y otras narrativas
“(…) los seres humanos somos contadores de historias, organismos que, individual y socialmente, vivimos historias relatadas. El estudio de la  narrativa, es el estudio de la forma en que los seres humanos experimentamos el mundo.” nos enseñan Connely y Clandinin (1996: 12).
Por eso resulta más que interesante, desde la Pedagogía, analizar el modo en que las narrativas dirigidas a los niños, contribuyen a construir la realidad. Porque son una de las tantas herramientas de las que se vale la cultura, para transmitir sus propios valores.


[1] Esopo: (Posiblemente 600 a.c) Existen muchas fábulas atribuidas a Esopo, un supuesto esclavo griego liberado. Sin embargo, no está probada su existencia como persona real. Diversos autores posteriores, sitúan en diferentes lugares su nacimiento y la descripción de su vida es muy contradictoria.
[2] Jean de La Fontaine: (1621-1695) fue un reconocido poeta francés y un cuentista creador de conocidas fábulas.

[3] SHELLEY, M. Frankenstein (título completo: Frankenstein o el moderno Prometeo) es una obra literaria de la escritora inglesa Mary W. Shelley. Publicado en 1818.
[4] Es interesante recordar, que tal como afirma Lus (1995: 20) cuando la educación se hace masiva, Alfred Binet fue llamado a estudiar un problema que surgía: algunos niños no aprendían como esperaba la institución escolar. Esa diferencia entre aquello que los niños "debían aprender” y el rendimiento de estos, se llamó “retardo pedagógico.” Sin embargo, los procesos de medición desarrollados por Binet, que derivaron en el Cociente Intelectual, y a pesar de que –tal como comenta Galeano- “El inventor fue el primero en advertir que este instrumento no servía para medir la inteligencia, que no puede ser medida y que no debía ser usado para descalificar a nadie.” (Galeano, 1998: 56), fueron efectivamente utilizados para clasificar a los sujetos y justificar, en ciertos casos, su exclusión social.

1 comentario:

  1. Hola Pablo... me parece muy buena esta idea "compartida" y te agradezco la invitación... hay realmente relatos y reflexiones que nos llaman a "volver a mirar" y "volver a pensar" y siempre que esto sucede sin dudas es señal de "crecimiento" así que GRACIAS! y CARIÑOS!

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