Dejan cesantes a docentes de la UBA -muchos de ellos muy prestigiosos- al no permitirles continuar en sus actividades hasta los setenta años. Esta medida marca una tensión no resuelta en el sistema universitario argentino y en particular en la UBA, en la que hay también jóvenes docentes-investigadores con doctorados y excelentes trayectorias, en cargos de Ayudante de Primera o Jefe de Trabajos Prácticos. ¿Discriminación por ser de edad avanzada? ¿Discriminación por ser jóvenes? ¿O insuficiente presupuesto universitario para poder retener buenos recursos humanos? Un tema polémico.
Informe: Agustín Saavedra.
Una nota de Página 12 que aporta a la discusión.
Un reclamo que tuvo clase
Tres docentes dieron una clase para
defender la aplicación de la ley que les otorga el derecho a enseñar hasta los
70. “No falta quien nos carga con que hemos pasado de las luchas del tercer
mundo a las luchas por la tercera edad”, bromeó Eduardo Grüner.
Todos apelaron a alguna
forma de humor para abordar el conflicto: la burla, la ironía, el juego
semántico, la teatralización de los relatos revelaban, en todo caso, un
profundo canal de reclamo. La “clase magistral” que tres profesores de la
Universidad de Buenos Aires (UBA) brindaron en un colmado auditorio de la
Facultad de Sociales obtuvo un punto de encuentro: la defensa del cumplimiento
de la ley de jubilación de los docentes universitarios que el Rectorado de la
UBA no aplica, al impedir la continuidad de sus profesores más allá de los 65
años, cuando la ley les concede el derecho a enseñar hasta los 70. Sólo en este
cuatrimestre, son 650 los profesores afectados. “Es feroz, nos están quitando
la posibilidad de transmitir”, dijo el profesor Rodolfo Ermida. Para Eduardo
Grüner, la política del Rectorado es parte de “un gigantesco ajuste” que
provoca una “pérdida de sentido del trabajo” docente. En tanto, el docente
Rubén Rojas Breu confeccionó una clase dirigida a las autoridades de la UBA
cuya principal bibliografía era la Constitución de la Nación. Los dirigentes
del gremio AGD, organizadores del encuentro, anunciaron una próxima
movilización, aún sin fecha definida, hacia el Rectorado de la Universidad.
La clase fue abierta por el titular de la
AGD, Santiago Gándara, quien dijo que la UBA se “basa para desconocer la ley en
una visión completamente deformada de la autonomía” y se apoya “en una suerte
de guerra del cerdo, llamando a una renovación generacional que es
completamente falsa”. Gándara aseguró que “la lucha será hasta el final, hasta
que la UBA reconozca el derecho a opción” jubilatorio de los docentes
universitarios.
“Permítanme manifestar mi júbilo, no
jubilación, júbilo por el carácter y la naturaleza misma de este acto –comenzó
Gruner–. ¿Por qué estamos acá? Personalmente soy muy malo jugando a las bochas,
y entonces uno viene acá a armar estas pequeñas tertulias –bromeaba el
ensayista–. No falta quien nos carga con que hemos pasado de las luchas del
tercer mundo a las luchas por la tercera edad”. Al momento de dejar los cuentos
de lado, Grüner fue tajante: “Hay que insistir y subrayarlo. El incumplimiento
de una ley del Congreso de la Nación votada por unanimidad en el 2009 significa
un atentado que no podemos dejar pasar”.
“La espléndida, multitudinaria y combativa
reacción que ha provocado este episodio tiene que ser síntoma de un profundo
malestar –continuó Grüner–. Sus aristas van desde los problemas salariales,
pasando por los edilicios, por las condiciones de trabajo, por la enormidad inaudita
de que tengamos más de un 30 por ciento de nuestros docentes trabajando ad
honorem. Pero hay algo más filosófico –dijo–, y es una cierta desazón, una
cierta pérdida del sentido de nuestro trabajo.” También Grüner declinó la
concepción de la autonomía universitaria planteada por el Rectorado: “El aire
más profundo que respiramos es el lenguaje, y hasta tenemos que soportar la
perversión lingüística, semántica, de que se utilice nada menos que la
autonomía para perjudicar a aquellos para los cuales fue conquistada y
destinada a proteger. Es decir, hasta el lenguaje está queriendo ser ajustado
para hacerle decir lo que les conviene a los ajustadores”, apuntó Gruner.
Ermida, por su parte, apeló a los
sentimientos y a su historia personal: “Me siento joven y saludable. Mi hijo
hoy cumple dos años, soy padre primerizo –compartió–. A veces uno hace humor
para tapar la tristeza, la bronca, porque nos han maltratado. Nos han quitado
la posibilidad de seguir siendo docentes, nos están quitando la posibilidad de transmitir,
y eso no se paga con ningún dinero, es gravísimo, yo añoro dar clases en la
UBA”, confesó Ermida, para advertir: “Como dijo (Sigmund) Freud, la angustia
uno la termina sublimando en un canto de lucha”.
El profesor Rubén Rojas Breu desplegó en un
Power Point su “clase magistral” especialmente preparada para la “gestión” de
la UBA. Su “bibliografía obligatoria” estaba centralizada en la Constitución de
la Nación, y su “guía temática” iba desde el “respeto por la Ley”, “la
educación pública y la UBA”, la “autonomía universitaria y la reforma del 18”,
hasta las “pautas acerca de cómo se respeta la dignidad de las personas y los
trabajadores”. El requisito que el profesor propuso para la aprobación de su
clase era, principalmente, el “acatamiento de la Ley de la Nación 26.508 que
establece el límite (de docencia) a los 70 años”.
Por último, y para volver al principio, el
ex titular de la AGD, Néstor Correa, retomó el eje del conflicto y anunció una
próxima movilización al Rectorado de la UBA.
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